1 Reyes 15:3 (NTV) Abiam cometió los mismos pecados que había cometido su padre antes de él, y no fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su antepasado David.

Abiam era el bisnieto del rey David. David ya había muerto, habían pasado varias generaciones y, a pesar de que Dios le había prometido que su casa se mantendría en el trono de Israel, la realidad es que no todos sus descendientes fueron fieles al Señor. Entre esos descendientes estaba Abiam.

La Biblia dice claramente que Abiam no hizo lo agradable a los ojos de Dios, sino que cometió los mismos pecados de su padre. Este detalle debería llamarnos la atención porque la Escritura no especifica exactamente cuáles fueron esos pecados, ni por qué Abiam los repitió. Sin embargo, hay algo claro: existe una tendencia a replicar los pecados de nuestros padres.

Esto nos invita a reflexionar: ¿por qué muchas veces repetimos los errores de quienes nos precedieron? Cuando entendemos estas razones, podemos tomar decisiones diferentes y caminar en el rumbo que Dios trazó para nosotros, en lugar de seguir las huellas equivocadas de nuestros padres.

Lo más común es ver personas replicando los pecados de su familia. Una mujer que es infiel a su esposo, que sostiene una relación extramarital durante años, muchas veces está repitiendo el patrón de su madre. De igual manera, un hombre alcohólico o mujeriego, que tiene hijos con distintas mujeres, probablemente está imitando la conducta de su padre.

Eso fue lo que sucedió con Abiam, el bisnieto de David. Cometió los mismos pecados de su padre. Esta frase aparece repetidamente en la Biblia y nos recuerda que existe una conexión espiritual y familiar que influye en nuestras decisiones.

Ahora bien, ¿por qué cometemos los mismos pecados de nuestros padres? Hay tres razones principales:

Primero, por imitación. Nuestros padres son el modelo que tuvimos, el ejemplo más cercano. Lo que aprendimos, lo aprendimos de ellos, y lo que vimos en casa lo consideramos normal. Un hijo que creció viendo a su padre maltratar a su madre, lo más probable es que repita esa conducta, porque es lo único que sabe hacer.

Segundo, por lealtad familiar. Esto sucede de manera inconsciente. Sin darnos cuenta, repetimos los mismos comportamientos. Un caso específico fue el de una mujer que, tras veinte años de matrimonio, llevaba siete años en una relación extramarital. Cuando se le preguntó por su madre, recordó que también ella tenía un romance con un vecino, mientras vivía con su esposo, y que dormían en camas separadas. Aunque esta mujer había prometido nunca repetir lo mismo, terminó haciéndolo por una lealtad inconsciente hacia su madre.

Tercero, por el peso directo de los pecados de nuestros padres. La Biblia enseña que estos pecados pueden alcanzar a la descendencia, y muchas veces nos persiguen espiritualmente, tratando de imponerse en nuestra vida.

ORACIÓN

Madre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te agradecemos por la oportunidad de meditar en tu palabra y recibir tu enseñanza. Reconocemos que los pecados de nuestros padres están ahí, persiguiéndonos y esperando que los repitamos. Pero también sabemos que cuando llega la verdad, hay libertad, porque la Biblia dice que “cuando conocemos la verdad, somos libres”.

Señor, pedimos libertad para cada persona que escucha y participa de este devocional. Especialmente por aquellos que han abierto los ojos y se han dado cuenta de que están repitiendo los pecados de sus padres, ya sea por imitación, por lealtad familiar inconsciente o por el peso de un pacto espiritual hecho por generaciones pasadas.

Clamamos por la sangre de Cristo, que rompe toda atadura y trae verdadera libertad. Señor, bendice a cada corazón que recibe este mensaje y permite que llegue a muchos más, porque tu verdad trae libertad.

Gracias, Padre amado. Hoy oramos para que los pecados de nuestros padres no se conviertan en nuestros pecados. 

En el nombre de Jesús de Nazaret.

Amén y amén.