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Una Señal Celestial

El Devocional: El Valor Del Verdadero Oro

 

Apocalipsis 3:17 (NTV) Tú dices: “Soy rico, tengo todo lo que quiero, ¡no necesito nada!”. Y no te das cuenta de que eres un infeliz y un miserable; eres pobre, ciego y estás desnudo.

 

Este mensaje lo da directamente Jesucristo a la iglesia de Laodicea, según lo escrito en el libro de Apocalipsis. En este capítulo se presentan mensajes a siete iglesias, todos con elogios y correcciones. Sin embargo, la iglesia de Laodicea es la única que recibe solamente reprensión y corrección. Jesús les dice claramente que deben cambiar su manera de ser.

 

Ellos pensaban que eran ricos porque tenían abundancia y prosperidad económica. Confiaban en sus riquezas y creían que no necesitaban nada, pero habían descuidado completamente su relación con Dios. Jesús mismo los llama tibios: no eran ni fríos ni calientes. Les dice que, por su condición, está a punto de vomitarlos de su boca. Su relación con Dios era superficial, inestable y basada en lo material.

 

El problema no estaba en sus bienes materiales, sino en el corazón. Habían puesto su seguridad en las posesiones, y no en Dios. Jesús les advierte que, aunque se creían ricos, en realidad eran pobres, miserables, ciegos y desnudos. Más adelante les dice: "Compra de mí oro puro, oro refinado". Esta frase es clave para entender el mensaje.

 

Jesús no hablaba de oro literal, sino de un valor espiritual verdadero. Hoy en día, sabemos que existe el oro auténtico y el oro falso, o chapado. Este último solo tiene una capa superficial de oro, pero en el fondo es un metal sin valor. Así estaba la iglesia de Laodicea: una apariencia de riqueza, pero vacíos en lo interior.

 

Confiaban en su “oro” exterior, creyendo que su prosperidad era señal de que Dios estaba con ellos, pero ante los ojos del Señor eran pobres y desnudos. Por eso, Jesús les aconseja: "Compra de mí vestiduras para cubrir tu desnudez". No se trataba de ropa física, sino de una restauración espiritual que cubriera la vergüenza de sus pecados.

 

El valor del verdadero oro es incomprable con el falso. El oro falso es la soberbia, la apariencia, el deseo de quedar bien con los demás y la vida vivida para impresionar. Es la actitud de quienes dicen: "mírenme, yo soy, yo tengo, yo he logrado", pero que por dentro están vacíos. Su ceguera espiritual les impedía ver que su confianza estaba mal puesta.

 

Jesús advierte: "Yo sé todo lo que haces; no eres ni frío ni caliente. Como quisiera que fueras lo uno o lo otro, pero ya que eres tibio, te vomitaré de mi boca." Aquí no habla de la temperatura espiritual como algo simbólico sin importancia; es un llamado serio al arrepentimiento y a dejar la indiferencia. El problema de fondo era su falta de comunión con Dios y su vida en pecado, aunque pretendían que nadie lo notaba.

 

Por eso, el consejo del Señor es: "Compra de mí oro purificado por fuego para que seas verdaderamente rico; ropa blanca para cubrir tu vergüenza; y ungüento para tus ojos para que puedas ver". Todo esto es simbólico, pero de un profundo significado espiritual: pureza, santidad y visión clara de la voluntad de Dios.

 

Este devocional nos recuerda que Jesús nos llama a no vivir de apariencias. No podemos ser como ese metal sin valor, bañado en oro, solo para impresionar o para ser aceptados por un grupo. Si nuestra comunión con Dios está rota, de nada sirven las apariencias. Lo que importa es tener un corazón limpio y sincero ante Él. El valor del verdadero oro no se compara con ningún oro falso.

 

ORACIÓN

 

 

Padre celestial, ante los ojos humanos el oro falso puede parecer verdadero, porque las personas no pueden ver lo profundo del corazón. Pero ante Ti, Señor, nadie puede engañarte. Tú ves la condición real de cada persona, y tu justicia jamás puede ser burlada.

 

Gracias porque extiendes compasión y misericordia, pero nos recuerdas que no podemos fingir eternamente. Hoy te pedimos que nos ayudes a ser auténticos delante de Ti, dejando de aparentar una vida que no tenemos y evitando vivir solo para la aprobación de las personas.

 

Queremos servirte de verdad, agradarte a Ti, y no a los hombres. Haznos como el oro verdadero, puro y refinado. Cancelamos y rechazamos todo pensamiento que nos lleve a vivir de apariencias, y decidimos vivir de manera que sea agradable ante tus ojos.

 

Gracias, Padre, por tu presencia y por cada persona que recibe este mensaje. En el nombre poderoso de Jesús de Nazaret, amén y amén.

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